viernes, 10 de diciembre de 2010

Abierto para siempre. Por si acaso.

Hasta luego,

Ante todo, pido disculpas por retrasarme tanto. Y es que, desde que empecé en mi nuevo trabajo, no he parado ni un momento.

Encontrar trabajo ha sido una larga travesía llena de monstruos marinos y olas gigantes.
En total, me han abierto tres puertas y he tenido que dejar pasar otras dos. Eso sí, lo mejor de todo es que este trabajo no lo he conseguido con “Salvemos a mi mano”, sino con otra acción que hice previamente.
La acción era más sencilla, o no, depende de cómo se mire.

La cosa iba así:




















Al día siguiente, les dejé un paquete que contenía lo siguiente:
















Con un sobre en el que ponía:









Y una carta en su interior con un texto así:



















Luego, venía un e-mail recordatorio tipo:















Y después de insistir tanto, el esperado e-mail llegó…









Después, vino la entrevista…
Sinceramente, la cosa fue muy bien, aunque resulta que no buscaban a nadie. Eso sí, me dijo Alex que en el momento en el que buscaran a un Copy, que contaría conmigo.
Y así fue. Necesitó a un Copy y allí estaba yo, dispuesto a darlo todo y más.

Por eso, después de haberme esforzado tanto, he llegado a una conclusión: he trabajado mucho, pero también he tenido una chiripa que te cagas.

Si alguien espera el típico discurso de “porque si te lo propones, puedes conseguir cualquier cosa”, lo siento mucho, pero creo que ni yo ni nadie tiene la licencia como para hablar así.
Cada uno es como es, y hace las cosas como le parecen. Algunos se sienten cómodos llamando por teléfono, otros son tan cagados que prefieren enviar e-mails (yo) y algunos les basta con enviar su CV.
Sea lo que sea, todo vale, pero no todo tiene el mismo efecto.

Yo siempre he pensado en lo mismo: diferenciarme del resto. Si uno llama por teléfono, ¿por qué no enviarle una grabadora con un mensaje en una cinta? Si uno envía un e-mail, ¿por qué no enviar un telegrama? Si uno pica una puerta y no se la abren, ¿por qué no poner una bomba con un temporizador y amenazarles de que explotará en menos de 24 horas?

Al fin y al cabo, encontrar trabajo es venderse. Y si te vendes como los demás, lamentablemente irás a parar a la basura.
Eh, que yo también he ido a parar a la basura más de mil veces, pero he tenido la capacidad de reciclarme e ir aprendiendo de cada una de las entrevistas fallidas. Creo que allí está la base de todo: aprender de tus cagadas. Y sé que suena a tópico y típico, pero en realidad, cagarla es lo mejor que hay.

Imagínate que eres buenísimo en algo. Que eres Dios en persona. Que todo te sale bordado. Que nadie te cuestiona. Que todo el mundo te respeta. Hasta que llega un día malo y la cagas. Que la cagas tanto que la gente te pone en duda. Que piensa que no eres tan perfecto. Que no eres lo que esperaban. Y encima, que todas estas opiniones empiezan a pesarte en la conciencia y pierdes la confianza en ti mismo. Que después de una cagada, vienen dos, tres y hasta cuatro seguidas. Y que de allí, viene un despido.

De la noche a la mañana, estás en la calle. Toda tu carrera meteórica ha ido a parar al fondo del retrete. Tan al fondo, que terminas por hundirte y sobre todo, ahogarte.

Fíjate en ti. Eras el chico perfecto y ahora eres un producto fallido. La negatividad te nubla la vista y no logras remontar.

Todo este coñazo es simplemente para decir que si empiezas cagándola, luego, si la vuelves a cagar y te ves en la calle, puedes recurrir a ese espíritu llamado “piñata”. Esa época en la que todos te pegaban palos y tú seguías y seguías sin que te cayera un caramelo.
Pero, si empiezas siendo el mejor y libre de moratones, el día que te pegan un palo, directamente te mueres.

Así que, ¡a cagarla todo el mundo!

Tras este post, que es más un hasta luego que una despedida, os digo “hasta otra”. Y es que pienso guardar este blog en la red, porque no desecho el que tenga que volver en un momento dado y romperme de nuevo la mano para conseguir trabajo. “Salvemos a mi mano” siempre estará ahí. Por si acaso.

Un saludo para todos. Y sí, esta vez es con la mano abierta y sin vendas.