miércoles, 24 de noviembre de 2010

Silencio, se escribe

Hola amigos de lo ajeno,

Tal y como os comenté en el post anterior, me encuentro en la montaña, disfrutando del silencio y del sonido de dos gatos cardando a la vuelta de la esquina. Relajante, ¿eh?

Hoy, tras muchos días inactivo, me ha tocado trabajar. Así es, hoy he hecho de leñador vasco partiendo troncos a mansalva, pero con una pequeña ventaja: una sierra mecánica.

Mi padre, que está planeando una movida muy grande, se ha comprado un terreno para hacer una casa con contenedores marinos. Aunque ya hablaremos de este tema en futuros posts…
Para empezar a construir, se necesita quitar hasta el último pino plantado (inclusivo el de los jabalís), así que, nos hemos puesto manos a la obra para terminar lo antes posible.

Claro está, mis limitaciones son las que son, así que, después de pasarme por un Bazar Chino (son el centro del universo), me he comprado una sierra eléctrica.
Bueno, no sé qué tenía esa sierra, pero ha sido cogerla con la mano izquierda y me he convertido en Robocop. ¿Te hace gracia? Pues a mí no demasiada. Te cuento por qué.

Cuando hemos llegado al terreno, le he dicho a mi padre:
- ¿Dónde has dejado la sierra?

- Está en el maletero del coche. Aquí tienes las llaves.

Cuando me dirigía hacia al coche, he empezado a escuchar un pitido de fondo. A medida que me iba acercando, el pitido aumentaba, hasta que, sin poder más, me he tenido que tirar al suelo retorciéndome de dolor.
Me he arrastrado hasta el maletero como he podido, y una vez que he logrado abrirlo, el pitido ha parado de golpe.
Toda esta situación me ha recordado mucho a los tambores de Jumanji y la maldición de su juego, aunque no he hecho demasiado caso.
Tras unos segundos mirando el cielo, he abierto la caja y he cogido la sierra con la mano izquierda. De repente, como si fuera un Transformer, la sierra se ha adherido a mí y ha empezado a expandirse por todo el brazo.

Me sentía como Robocop en busca de fiesta, pero sin discoteca y sin alcohol.

Caminando como un robot, me he dirigido hacia el primer pino que he visto. Con ganas de hacerlo añicos, he apretado el botón de “on” y en cuestión de segundos, lo que había sido un bonito trozo de madera con cosas verdes en la punta, se ha convertido en serrín con olor a pino.

¡Era indestructible! Nunca había tenido tanto poder en mi mano. Me sentía un ser superior, un cortador de jamón, un sonido de discoteca, un atracador de bancos, un ecuatoriano diciendo “cierra”, un sonido estremecedor…
- Que sí, que ya lo he pillado. Sigue cortando pinos. Me ha dicho mi padre.

Resulta que estaba hablando en voz alta, así que, haciendo caso de lo que decía mi padre, he seguido haciendo mi trabajo.
Tras cortar 6 pinos, la sierra ha sufrido un pequeño cortocircuito. Mi brazo parecía la chimenea del vaticano cuando hay fumata blanca, y una discoteca con luces led (por las chispas, digo).
Empezaba a perder el control de mis acciones. Primero, he cortado rocas, luego, el aire y por último, el coche de mi padre.

Pues sí, el coche de mi padre. Una auténtica y gran desgracia, porque por mi culpa, hemos tenido que volver andando hasta su casa.
He dejado el coche como si fuera Carpaccio (además, es de color rojo) y con un poco de serrín por encima emulando al parmesano.

Siniestro total, es lo que ha dicho el del seguro. No se puede hacer nada, más que pegarlo todo y rezar para que vuelva a funcionar.
De momento, la sierra sigue en mi brazo, pero no funciona. Aunque tengo mucho miedo de que se active por la noche mientras me rasco alguna zona noble.

Primero la mano rota y ahora una sierra adherida a mi cuerpo.

Espera… Ya está, la sierra se ha caído de mi brazo. Ahora vuelvo en sí y puedo seguir escribiendo mejor, ya que llevo desde el principio del post con un lápiz en la boca y apretando tecla por tecla como si fuera una gallina comiendo pan.

Y si estás esperando a que linqueé la historia con lo de “y si eres director creativo…”, olvídate, porque la única forma de linquearla es amenazándolos gravemente diciendo cosas como: “y si eres director creativo, y piensas lo peligroso que sería tener una sierra eléctrica adherida a tu cuerpo, llámame, porque si no, la afilaré con el pomo de tu puerta”, y no me gustaría que pensaran estas cosas.

Por eso, hoy recurro a una forma no convencional y más amable. Y la cosa dice así:

Si eres director creativo y tienes un momento,
Llámame, porque estoy interesado en un entrenamiento (trainee).
Y si esta historia te importa un pepino,
¡chico! Olvídate y contrata a un filipino.
Salvemos a mi mano
Salvemos a mi mano
Contrátame, antes de que me convierta en un anciano.

Gracias, gracias.

Mañana más y mejor. No es demasiado difícil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario